Alemania, 25 de junio. Un día sin viento en el que la generación eólica apenas alcanzó los 600 MW. Ese día, Alemania consumió gas natural y carbón como hacía tiempo que no ocurría. Alemania, 30 de noviembre. Un día con excelente viento que permitió que 47.000 MW fuesen generados. La variación en la demanda de energías fósiles entre ambas fechas, traducida a gas natural, es de unos 180 millones de m3.
Estos tremendos desbalances hacen que la aleatoriedad se desarrolle como una suerte de metástasis hacia todo el sistema energético. La aleatoriedad en la oferta llega a la producción de combustibles, a su almacenaje y transporte.
Alemania, como el resto de Europa, está ingresando al invierno con precios de gas natural y de electricidad muy altos: el gas natural se sitúa en los 30 us$/mmbtu. Y, por ejemplo, Francia enfrenta precios de la electricidad del orden de los 500 us$/MWh.
En UK muchos proveedores de gas y electricidad del segmento residencial han quebrado. China y Asia en general, sufren escasez de gas natural y carbón. Y los precios llevan este triste mensaje a los consumidores.
A mediados de este año, IEA dio a conocer un plan para limitar el aumento de la temperatura a 1,5 ° C en 2050 respecto de la era preindustrial. En el plan, IEA dice que a partir de 2021 no deberían ser aprobados nuevos proyectos de desarrollo de petróleo y gas natural.
En ciertos países, como Alemania, el abandono del carbón y de la energía nuclear para reemplazarlos por energías renovables aleatoriamente interrumpibles está en franco desarrollo.
La intensa campaña llevada a cabo por el activismo climático para restringir el financiamiento de proyectos de combustibles fósiles ha logrado un importante impacto. Como resultado de todo lo anterior, las inversiones en hidrocarburos se desplomaron desde 600 billones de dólares en 2014, a 450 billones en 2016 y, COVID mediante, a 300 billones en 2020.
El resultado de lo dicho es la crisis de oferta de energía que está sufriendo el mundo. Hoy, buscando protegerse del clima, el hombre vuelve a estar pendiente de sus variaciones. Las energías aleatoriamente interrumpibles no pueden reemplazar a la energía fósil, a menos que aceptemos retroceder muchas décadas en el desarrollo humano.
En sus 300.000 años de vida, el hombre fue altamente vulnerable clima hasta la revolución industrial y su virtuosa herencia: la década de 1880. Fue a partir del uso del carbón y luego del petróleo que el hombre pudo comenzar a protegerse, lo que se reflejó en un extraordinario aumento en la expectativa de vida.
El maltusianismo y el socialismo se han unido para formar la ideología del cambio climático, que nada tiene que ver con el problema del cambio climático sino con un proyecto de cambio de orden mundial. La ideología del cambio climático es un dogma, inalcanzable para cualquier escrutinio.
El hombre no debe destruir lo obtenido para enfrentar al siempre cambiante clima. De persistir en el error, la crisis actual se transformará en una nueva y degradada forma de vida. La transición energética debe hacerse asegurando una base de energía firme que sostenga, y aumente, el desarrollo humano. Y no subordinando la calidad de vida a proyectos hegemónicos siempre útiles para encaramar a personas, pero no para mejorar a la sociedad.
Ex Secretario de Recursos Hidrocarburíferos