El avance del coronavirus como pandemia llevó a que Centroamérica presencie cambios en los hábitos de consumo, tales como el de electricidad. En 2020, la reducción de la demanda fue significativa respecto al año anterior en los distintos países de la región.
Según los relevamientos del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), la demanda de Costa Rica cayó cerca de -3% y presentó la contracción más grande en mayo, del orden de -7%. Ese dato global no sería tan crítico como las conclusiones que se extraen del análisis sector por sector.
“Hay sectores que mostraron niveles de demanda del año 2012 o 2019. Lo que significa que es un evento que nos golpeó tan fuertemente que pone en un ajuste inmediato muchas de las decisiones que el país tenía tomadas para el presente año”, advirtió Marianela Ramírez Leiva, coordinadora del Proceso de Expansión del Sistema en el área de Dirección, Planificación y Desarrollo Eléctrico del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE).
Es preciso recordar que en el inicio de 2021 se comunicó que el ICE no renovó cuatro contratos con generadores privados que aportaban 50 megavatios al SEN, lo que representaba 1,4% de la capacidad instalada total.
Si bien aquello generó descontento del sector privado. El Instituto justificó su decisión en apego a la Ley N.º 7200 y su reglamento, argumentando tener “suficiente capacidad instalada para satisfacer las proyecciones de demanda de energía. Dicha capacidad suma 3.537 megavatios con las cinco fuentes renovables y el respaldo térmico, mientras que la demanda del último año tuvo como máximo 1.737 megavatios”.
Lo que ahora se plantea desde el ICE es una revisión de sus planes de expansión en la generación para garantizar el equilibrio de la oferta y la demanda de la electricidad.
A partir de allí, Marianela Ramírez Leiva marcó dos reflexiones y retos importantes durante su participación en un webinar del Comité Centroamericano de la CIER: la complejidad para estimar proyecciones de demanda eléctrica para los próximos años y el reconocimiento de los costos fijos de los sistemas renovables ante contracciones tan profundas de la demanda.
“Sobre la demanda, indudablemente la pandemia provoca una ruptura en la serie de datos histórica que alimentan los modelos de proyección en Costa Rica y en todas partes del mundo. Sabemos que la contracción de la demanda no puede ser vista como un evento aislado que solo ocurrió en 2020.
Hoy por hoy, sabemos que aun con los programas de vacunación y las diferentes medidas que están tomando los gobiernos para tener una reactivación económica en sus respectivos países, vamos a tardar muchos años en lograr crecimientos de demanda que esperábamos prepandemia”, consideró la referente del ICE.
Aquel escenario complicaría el reconocimiento de los costos fijos de los sistemas renovables y al respecto reflexionó:
“En general, cuando tenemos sistemas con mayores componentes térmicos en la matriz de generación, las reducciones de ventas se reflejan inmediatamente en reducciones de compras de combustibles y, en cierta medida, un mejor balanceo de costos dentro del mismo sector.
Pero cuando tenemos sistemas altamente renovables, todos los costos son fijos y deben ser reconocidos con ventas menores que provocan verdaderamente una situación compleja que requiere una muy buena conducción para no afectar la actividad de los participantes. Este es un reto mayor para Costa Rica”.
De allí, concluyó que convendría valorar los siguientes elementos:
-La prudencia llama a no considerar grandes plantas de generación en los planes de expansión. Soluciones más pequeñas y de menor costo que permitan una instalación modular y ser amortizadas a mediano plazo, expone al sistema a menor riesgo.
-Soluciones modulares brindan la posibilidad de ajustarse según se continúa el monitoreo de la información de la demanda
-Tienen gran valor disponer de escenarios de confrontación para la toma de decisiones
-La solución de mínimo costo no refleja la solución óptima en este ambiente, porque la incertidumbre es tan grande que es mejor optar por opciones que logren minimizar el “arrepentimiento” de la decisión.