Aunque la ley 27.191 impone que a fines de este año se llegue al 8% de energía originada en fuentes renovables, las cifras no alcanzan el 2%. El equilibrio con la matriz energética convencional y las próximas aplicaciones en la vida diaria.
¿Argentina con el 8% de su energía salida de fuentes renovables en diciembre de este año? Hoy, arañando el 1,8%, puede decirse que es un sueño simpático pero imposible, más allá de que el cuerpo legislativo lo haya creído viable al promulgar, no en una sino en dos oportunidades (2006 y 2015), leyes que describían ese horizonte: la 26.190 y la 27.191. ¿La gran meta? Cubrir un 20% de la oferta eléctrica con estas energías en 2025. Esto más allá del ya fallido objetivo de 2017, que, por cierto, el Boletín Oficial decretó como “Año de las Energías Renovables”.
El subsecretario de Energías Renovables del Ministerio de Energía y Minería de la Nación, Sebastián Kind, se refirió, en diálogo con Clarín, a los aciertos y obstáculos en el marco del plan RenovAR, que impulsa su cartera: “En realidad, el decreto 531 de 2016 establece que la fiscalización del cumplimiento del 8% se hará recién en diciembre de 2018. En ese momento se van a auditar los 12 meses anteriores, o sea, el 2018. Ya hay 69 proyectos de energías renovables. Casi todos tienen los contratos firmados, salvo una tanda que se firmará en estos días. De todos modos, es muy probable que el 8% no se cumpla tampoco en diciembre de 2018 sino unos meses después. Son los tiempos legislativos. Si los plazos hubieran sido más lógicos y no hubiera demorado tres años sancionar la ley, hoy no estaríamos corriendo”.
Estacionales o no tanto, en medio de los manotazos de ahogado que derivan en caudalosas importaciones de energía, muchos opinan que lentamente se va tomando la senda del consumo “consciente”. La idea es re-encauzar la matriz energética argentina, hoy copada por los recursos no renovables o convencionales (los fósiles o hidrocarburos), lo que requerirá, como describe el director de la Escuela de Posgrado del ITBA, Diego Luzuriaga, “un acto de equilibrio entre dos paradigmas de energía. No se trata de estar a favor o en contra. Queda claro que no debería haber un justificativo para invertir en energía fósil cuando se pueda invertir en renovable. Por un tiempo van a tener que coexistir, pero, si bien no quiero sonar dramático, el mundo no va a sobrevivir a 2050 si sólo usamos combustibles fósiles”.
Uno de los históricos impulsores del tema es Fernando “Pino” Solanas, senador nacional del bloque Proyecto Sur-Unen. El legislador señaló a Clarín que “tanto el gas como el petróleo son insumos esenciales para la industria petroquímica y aún no se pudo reemplazar a los combustibles fósiles en los casos del transporte naval, aéreo o ferroviario de larga distancia, pero lo que sin lugar a dudas constituye una locura es quemar combustibles para generar electricidad”. “Las energías renovables pueden provocar una verdadera revolución de trabajo y desarrollo”, opinó.
Todos hablan del futuro. Cuesta imaginarlo, pero lo que se viene no es unplugged. Un día (para los expertos no falta tanto: 20 o 30 años), veredas y estacionamientos de Argentina tendrán enchufes para cargar los autos. A los equipos de aire acondicionado que dominan en techos y balcones se sumarán más objetos indecorosos: paneles fotovoltaicos y térmico solares, otro look al espacio urbano. Optimista, el subsecretario asegura que “esto se verá muy pronto; en los próximos cinco años tiene que estar funcionando”.
¿Serán tecnologías accesibles a todos? “Sí”, dice Kind: “La clave es que Argentina puede estructurarse en un largo plazo. Cuando por la coyuntura del país eso no sucede y hay que diseñar todo ‘para mañana’, naturalmente la tecnología se encarece. Esto no debiera pasar acá. Estamos estructurando a largo plazo, aun con el clima hostil de inversión que hubo”.
En el capítulo II de la Argentina energética se espera que, como ya pasa en España, camiones de insumos descarguen, en los sótanos de edificios eco-friendly, grandes bolsones de pellets (combustible hecho con biomasa); allí una gran caldera los transformará en calefacción central, con baja emisión de dióxido de carbono (CO2). En el norte del país, las viviendas aprovecharán de lleno la luz y el calor solares. Y en el sur, el intenso viento patagónico.
El calor que viene de las fauces de la tierra (energía geotérmica) debería ser, también, aprovechable. Según Kind, “hay interés. Se estiman novedades para fin de año”. Igualmente, la fuerza del oleaje marino aportará lo suyo, aunque el subsecretario reconoce etapas: “No todavía. Estamos un paso antes. Para la energía mareomotriz hay que esclarecer marcos jurídicos y abrir caminos para desarrollar tecnología adecuada”.
Ante la pregunta por la energía hidroeléctrica se arma enseguida una lista de peros. Según datos de la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (CAMMESA), esta fuente representaba, en 2015, el 35,5% de la matriz eléctrica argentina. Pero el enorme (y parece que irremediable) impacto ambiental que se registra en las grandes represas condujo a una necesaria relectura sobre la imagen de estas centrales como símbolo nacional de progreso.
Desde el punto de vista ambiental, el nuevo paradigma sólo aceptará las chiquitas, las de pequeña escala, como explica Andrés Napoli, director ejecutivo de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN): “Hay desmitificar que las mega represas hidroeléctricas son energía renovable. No lo son, y no lo digo yo sino la propia ley. Dicen que son limpias, pero el impacto ambiental es enorme”.
El texto oficial es claro: “El límite de potencia establecido por la presente ley para los proyectos de centrales hidroeléctricas, será de hasta cincuenta megavatios (50 mw)”. La represa de Yacyretá, en Corrientes, llega a los 2.746 mw. Y tres neuquinas (Alicurá, El Chocón y Piedra del Águila) producen de 1.000 a 1.400 mw.
Conviene pisar con pie de plomo antes de lanzar afirmaciones sobre energía y medio ambiente. La represa Urugua-í, en Misiones, tiene 120 mw instalados, lo que parece poco. Sería una represa “inofensiva”, si se la compara con la transnacional Itaipú, que puede producir hasta 14.000 mw.
Pero basta charlar con habitantes de las localidades lindantes a esos ríos para empaparse de los mil y un perjuicios (sociales, ambientales) que se desprenden de las inundaciones y sequías, según el accionar de las represas. Sorprende que la web del Ministerio de Energía describa la hidroeléctrica como “renovable” (a nivel mundial, un término ligado a lo ecológicamente sustentable), sin detallar los efectos según su potencia. Es una buena noticia, como explica Leonardo Spina, coordinador de Gerencias Técnicas del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), que sea “enorme” la capacidad argentina en cuanto a las otras fuentes de energía renovable: “El proyecto RenovAR viene siendo muy exitoso en la primera ronda de licitaciones. La eólica es la principal, pero la fotovoltaica tiene su peso, igual que los proyectos de biomasa. La idea es lanzar otro esquema similar en un timing corto. El Instituto de Vivienda ya está pensando en incorporar colectores solares para minimizar la necesidad energética del consumo de gas. Según la localidad, el aprovechamiento puede ser muy grande. Es una energía disponible que requiere baja inversión y bajo mantenimiento”.
El tema que preocupa a todos es la intermitencia: estas fuentes se renuevan gratis y sin ayuda, pero su intensidad y duración son muy variables. Para los expertos, es clave el desarrollo de un sistema de distribución bidireccional. O sea, que quien tenga energía de sobra pueda de algún modo “inyectarla” a la red y darle a quien le falte.
Hagan sus apuestas: ¿faltan años luz para esto? “Esta semana se está debatiendo en la Cámara de Diputados el proyecto de generación distribuida, para tener una ley nacional. Es una cuestión de los tiempos legislativos, pero este año debiera concretarse”, asegura Kind
Pino Solanas coincide en que el proyecto “se encuentra muy avanzado en el Senado”, pero subraya: “Estamos trabajando para llegar a un consenso final en la redacción, junto con los senadores García Larraburu, Pais, Luenzo, Rodríguez Saa y Cobos. Sin embargo, en algunas comisiones hubo ciertas dilaciones para el tratamiento del proyecto, por parte de sectores afines al oficialismo”.
Desde FARN, Napoli prefiere cautela: “El Gobierno avanzó con las dos licitaciones de RenovAR e incorporó una gran cantidad de watts, pero no es lo mismo concretar que hacer licitaciones. No tenemos una radiografía de cómo estamos. Además, el gobierno está mostrando señales contradictorias que dificultan y demoran la transición de las energías fósiles a las renovables, una meta que, más allá de Estados Unidos, Argentina adscribió en el Acuerdo de París”.
¿Qué contradicciones? Napoli detalla: “Las nuevas represas de Santa Cruz (N. del R.: las centrales “Néstor Kirchner” y “Jorge Cepernic”, frenadas por una medida cautelar de la Corte Suprema. Terminado el informe de impacto ambiental, las obras se reanudarían en septiembre) y las dos centrales nucleares acordadas con China no registran ningún debate interno sobre el impacto. Sumemos el yacimiento Vaca Muerta y podría presumirse que si el Estado pone recursos en un lugar, no los va a poner en el otro. El costo internacional va a ser muy alto. Se va a medir la producción según con qué energía la hiciste. Podría haber restricciones de mercado si competís de manera desigual”.
Para Kind, “no se trata de incentivar o no incentivar: hay una obligación legal. Debemos cumplir la ley y la ley dice lo que dice. Además hay una conveniencia natural, que es el de las energía renovables como la fuente más conveniente. Hay sectores que se verán más o menos tocados por el avance de las renovables, pero en cualquier caso no vienen a cumplir el rol de cubrir el 100% de la matriz en este momento sino en 2050, así que no hay un problema. Es complementario y para diversificar”. Sobre los proyectos en danza con China, Kind es evasivo: “Sobre las nucleares… prefiero no tocar el tema”.
Desde el INTI, Spina explica que “si uno se enfocase sólo en el gas, se dice que Vaca Muerta puede dar 400 o 500 años de consumo. La realidad es que este yacimiento posiciona al país en una sobreabundancia energética. Pero el mundo se sigue moviendo”.
Pesa lo cultural, coincide, desde el ITBA, Diego Luzuriaga: “La energía del futuro son múltiples fuentes que se asociarán y deberán adaptarse según el potencial de cada región. La cultura tiene que cambiar. Hay quienes siguen queriendo energía ilimitada, gratuita y además poder desperdiciarla”.
“Hay una matriz de pensamiento para estas cuestiones que consiste en repetir que la única energía acumulable es la fósil”, aclara Napoli, y resume: “Vaca Muerta no sale dos pesos, sale millones y, de vuelta, se está pensando sólo en la producción, no en quiénes van a regular el proceso. Ya lo vivimos con el tema minero: en los 90 se dieron facilidades, se liberó y se dejó que provincias como La Rioja o Catamarca controlaran grandes monstruos. No aprendimos nada. Vamos a tener problemas en 20 años”.
La tendencia hacia las renovables es irrefrenable y mundial. Para los optimistas, Argentina no perderá la onda verde. O, más bien, no debería.
junio 26, 20170