Evolución del contexto mundial
En el Primer Congreso Industrial del Consenso Nacional del Trabajo y la Producción, noviembre del 2020, habíamos ubicado la necesidad de acelerar la transición energética hacia fuentes menos contaminantes, reduciendo las emisiones de GEI2 como tema prioritario. Es una responsabilidad mundial, pero lo es mucho más en cabeza de los países más desarrollados (EE.UU., Europa, Rusia, China) que aportan mucho más. Y especialmente, aquellos cuyos niveles de consumo general debería revisarse.
Durante la pandemia provocada por el SARS CoV-2 -que continuó en el 2021- se pudo observar algunos rasgos importantes: la reducción de la actividad industrial y comercial se hizo notar en la medición de los GEI; los países más potentes y los más inteligentes se concentraron más en debatir sus políticas de transición energética. En cuestiones de políticas energéticas los países se podrían clasificar en tres: los que piensan, proyectan, planifican desde el consumo hasta el desarrollo tecnológico asociado a la energía; los que lo parcializan, sólo estudian consumo y tarifas, y los que carecen de planes.
La caída de los precios de los hidrocarburos ha mostrado lo que muchos advertíamos hace un año. Las cuestiones energéticas, particularmente las relacionadas con los hidrocarburos, no se pueden mirar con el ojo de los especuladores de mercados. Los precios spot3 de hoy tampoco son necesariamente las mejores referencias. La salida parcial de la pandemia muestra faltas de abastecimiento de bienes, especialmente componentes o materias primas. Lo que provoca fallas de ritmos de producción, con la lógica consecuencia en la demanda energética.
Si bien los anuncios desde EE.UU., Europa y China mencionan la transición a “energías verdes”4, la realidad actual muestra que sus acciones de corto plazo pueden moverse en el sentido contrario. Está claro, su prioridad es la economía y, dentro de ella, la energía resulta básica. En definitiva es un resorte estatal (civil o militar) la definición de políticas energéticas.
El impulso propagandístico de las energías más limpias, se ha mostrado más fuerte que el argumentativo con bases científicas y técnicas. Dicho de otro modo, la necesidad de ventas (exportaciones) de cada economía nacional o de conglomerado industrial, trata de ubicarse por delante de la búsqueda de las mejores soluciones para cada región y para el conjunto. Cuestión que se complica aún más por la fuerte presencia de fondos de inversión que distorsionan aún más la optimización. La especulación financiera colada detrás de la transición energética puede malograr el objetivo en varios aspectos: favoreciendo soluciones de baja calidad ambiental; imponiendo soluciones costosas para las sociedades; diseñando, directa o indirectamente, las nuevas matrices productivas de los países, incluyendo sus vectores I+D+i, en función de la rentabilidad del capital.
En definitiva, se podría llegar a una solución con más pobreza e, incluso, que reduzca significativamente la contaminación. Mientras tanto, se sigue desarrollando la industria relacionada con la movilidad eléctrica. Su talón de Aquiles se encuentra en el almacenamiento. Esto lleva tanto a posicionarse sobre recursos útiles para tecnologías conocidas (Litio, Hidrógeno, etc.) como en la búsqueda de otras tecnologías de almacenamiento (inversión en I+D).
Mientras tanto, se ha expandido el uso del GNL desplazando principalmente al carbón como alternativa segura y con menor contaminación. Con la intención de mitigar las bruscas y transitorias alzas en la demanda de gas, se desarrollan formas de almacenamiento para el GNL a mayor escala.
A su vez, el desarrollo de yacimientos de hidrocarburos no convencionales -desde arenas, hasta shale y tight- se ha ido expandiendo por el mundo. China y Australia, por mencionar solo algunos de los más importantes, se han incorporado con fuerza. No se debe tampoco soslayar que la política energética de EE.UU., con más del 20% de consumo energético mundial y sólo el 4% de la población mundial, tiene un peso casi determinante, dado que es parte de su política comercial y militar.
El dilema de los países más atrasados está en otro punto: cómo salir de la pobreza minimizando el impacto ambiental.
La situación nacional, un año después
Resulta interesante repasar que se veíamos hace un año. La explotación de gas natural procedente de los yacimientos shale y tight (Vaca Muerta y otros), encontraría dificultades para amortizar inversiones en grandes plantas de GNL, con vistas a la exportación. Las inversiones para exportar petróleo serían mucho menores. Sin embargo, no exentas de dificultades. Los controladores de los recursos hidrocarburíferos y su comercialización han acelerado sus movimientos para no quedar afuera de la transición energética. Eso significa jugar a un ajedrez rápido, en el que las piezas principales buscan precios y extracción acelerada.
La pandemia también dejó ver que estamos alcanzando una interesante meseta en la explotación de Vaca Muerta y otros shales. Vimos que los informes de empresas, reservoristas y otros especialistas muestran tiempos de repagos interesantes. En este momento resultan ser de 3 a 4 años para los desarrollos de petróleo y de 4 a 5 para los de gas. Y, lo que resulta aún más importante en este tipo de explotaciones, reducción de riesgos en las curvas de producción. La falta de capacidad de transporte y, en la ya mencionada, poca perspectiva de exportación han traslado la mayoría de las inversiones a la explotación de petróleo.
Un interesante punto para mencionar al respecto, es la participación de ingenieros, científicos y técnicos argentinos en la búsqueda de soluciones más eficaces y económicas. Está claro que YPF ha aportado la mayor parte de la experimentación tanto en gas como en petróleo. Tecpetrol supo aportar mejoras para reducir costos de perforación, fracking y terminación de pozos. Vista ha sabido aplicar y mostrar todo esto para eficientizar sus inversiones. Y así sucesivamente, las demás empresas nacionales involucradas.
Las TIR a 20 años (EUR, vida prevista de los pozos shale) superan el 60%.
Todos estos aspectos, y otros más que no podríamos resumir aquí, explican el aumento de explotación de petróleos shale y tight sin la existencia de fomento alguno. Simplemente los costos internos y el valor de los combustibles en el surtidor argentino.
En caso de poder concretarse un plan de explotación intensiva, duplicar la producción de petróleo en 5 años, la renta petrolera podría superar el 6% a 8% del PBI. Cifra más que importante para dejarla sólo librada al azar de los operadores y los mercados.
Todo lo mencionado indica la necesidad de realizar análisis más profundos, antes de proponer políticas de promoción para explotación de los hidrocarburos. Análisis que deben incluir un mejor conocimiento por parte del Estado, desde lo geológico hasta los mercados internacionales, pasando por toda la cadena de explotación, tratamiento y transporte.
En cuanto a las llamadas energías renovables, se visualiza una acelerada adquisición de productos importados, con escasa o nula participación tecnológica nacional ni transferencia de tecnología. Las incipientes políticas de promoción de tecnologías internas parecen aún desarticuladas y poco eficaces. Por un lado YTEC busca desarrollar baterías de litio. Por otro se recupera IMPSA, aunque no aparece aún el mecanismo que organice a los aparatos I+D+i estatales y a las pymes 5, con el objetivo de desarrollos eólicos más eficientes y económicos.
Tampoco hemos avanzado en un debate que valore la generación distribuida y la generación a muy pequeña escala. Dentro de esto último se podrían mencionar no sólo los generadores eólicos o solares, sino también las microturbinas para las que contamos con diseño y fabricación.
Es menester analizar la potencialidad del GNL en la red de distribución nacional apuntando a centros de bajos consumos localizados, consumos picos industriales o para la generación eléctrica. La mayor parte de la cadena industrial del sector procede de China e India. Sin embargo contamos con conocimientos e instalaciones propias, que resultan suficientes para encarar la producción industrial de bienes, para la cual no tenemos proyecto. Un plan podría tener un impacto similar a lo que supo ser la primera etapa del GNC nacional, pero de una envergadura aún mayor.
Otro punto que debemos resaltar es la necesidad de mantener e impulsar, en forma clara, el desarrollo nuclear nacional con tecnología propia. Dentro de ello el de los reactores CAREM.
Tampoco debemos desestimar el estudio de métodos de captura de CO2 para su reciclado o almacenaje. Tema que no sólo incluye cuestiones biológicas (bosques, turberas, humedales, etc.) sino también otras tecnologías. Las investigaciones al respecto avanzan en paralelo a la idea en torno a la pluralidad energética (Alemania, Rusia, EEUU, China, etc.)
Vale aún lo que expresamos en el 2020:
“En el caso de plantear una política para eliminar la necesidad de importar energía desde una perspectiva de transición energética, es posible desplegar un amplio abanico de soluciones basadas en pesos que, partiendo del sector hidrocarburos, y pasando por bioenergías, construcciones eficientes energéticamente, energía eólica, solar térmica, hidroeléctrica y nuclear, construyan un sendero de pesificación de la energía, multiplicación del empleo pyme y tecnológico industrial, desarrollo territorial, mejora del acceso a la energía, baja de subsidios y descarbonización y diversificación del sector. Una política tal, cuenta con una muy buena base de capacidades nacionales en el entramado pyme y de ciencia y tecnología, pero requiere de innovaciones en la política pública energética.”
Finalmente, debemos remarcar que la falta de planes concretos y constantes se nota también en el estancamiento de las pymes del sector. Está claro que sin planes energéticos, subsidiarios a los planes económicos, que se articulen con la provisión industrial interna y con tecnología propia, se duplica la transferencia de divisas hacia el exterior. La primera vez a través el retiro de las rentas, y la otra en el pago de servicios o bienes importados. Un impulso a la industria existente para desarrollarse, innovar y exportar, podría invertir la ecuación y agregar ingresos por exportación.
Sin planes, concretos y detallados, son las pymes las que peor transitan la inseguridad económica. No pueden proyectar innovaciones ni aumentos de capacidad. Los planes difícilmente se cumplen a la perfección. A veces por errores internos y otras por las circunstancias provenientes de un sistema económico en el que no es fácil planificar, y un mundo que se mueve con sus propios vectores. Es posible, y probable, no tener todo el éxito deseado en la planificación original. Pero es imposible mantener un éxito aislado si no forma parte de un plan.
El documento del año 2020 concluía con los dilemas argentinos. Consideramos que siguen siendo los mismos, con un solo agregado. Se debe revisar públicamente la necesidad de comprometer por un plazo excesivo los recursos fiscales. Dado que estos, tarde o temprano, serán pagados por los trabajadores y las pymes.
Dilemas para la política industrial energética nacional (1er Congreso, 2020)
La última década energética ha gravitado en torno de la promesa de una Vaca Muerta que nos torne en exportadores energéticos, cuando la realidad nos muestra que aún no se ha resuelto el autoabastecimiento. Si bien ambas alternativas no son contradictorias, lo segundo lastra de manera notable el despegue del país. Con un contexto internacional que ha cambiado rápidamente en lo que hace a lo energético, Argentina debe buscar la forma de resolver el dilema entre la desdolarización del sector energético y su desarrollo decidido. Para lo cual, es fundamental ampliar el campo de debate del sector energético.
Como es bien sabido, pero a menudo olvidado, la política energética es la política más universal y transversal de desarrollo económico, industrial, tecnológico, territorial y social. Para que ello acontezca es preciso levantar la cabeza de la coyuntura y plantear la pregunta en términos de desarrollo.
No se trata de pensar qué sector nos puede salvar, sino de qué política industrial tecnológica energética precisamos para convertirnos en un país más justo y desarrollado. Especialmente cuando contamos con recursos humanos –profesionales y científicos- altamente capacitados y una industria de calidad mundial. Sobre eso estamos discutiendo en el sector pyme, y en ello sin duda se cifra una salida transformadora de la crisis de la pandemia.
* Consultor en Ingeniería en Petróleo, Presidente de ARMK y ex director del Instituto del Gas y Petróleo de la UBA (IGPUBA)
1 Informe presentado ante el 2do Congreso Industrial del Consenso Nacional del Trabajo y la Producción en la Argentina, Organizado por Industriales PYMES Argentinos (IPA), 2-4 de noviembre de 2021
2 Gases de efecto invernadero: CO2, Metano, CO, etc.
3 Precios spot equivalen a valor del día, no necesariamente son parecidos a los valores que se pactan en contratos mediano plazo
4 Las comillas son del autor para llamar la atención a mucha falta de análisis completo (ciclo de vida, well to wheel, etc.) que determine realmente la contaminación procedente de las diversas tecnologías de las energías alternativas, respecto a las convencionales (hidrocarburos, carbón, hidroelectricidad, nuclear)
5 PYME: debe comprenderse no sólo su monto de facturación, sino también de una empresa de capital interno a Argentina