PUNTA CANA (enviado especial).- Transcurría el año 1987. Como casi todos los viernes, Rolando González Bunster descendió por las escaleras de la estación Grand Central en la intersección de la calle 42 y la avenida Park y abordó el tren que en 45 minutos lo llevaría hasta Greenwich, un pequeño barrio residencial de Connecticut. En su hogar lo esperaban Mónica, su mujer, y sus cuatro hijos. Esa semana, sin embargo, no regresaba desde Manhattan, donde había pasado los últimos años trabajando como ejecutivo de la industria cinematográfica. Retornaba desde Santo Domingo, capital de República Dominicana, probablemente su lugar en el mundo, a donde había viajado para retomar el vínculo con el presidente Joaquín Balaguer tras dejar su cargo de ejecutivo para América latina de Paramount, la icónica productora de Hollywood.
Hacia el final de ese reencuentro, el mandatario caribeño lo había sorprendido con un extraño pedido: quería que explore alternativas energéticas para resolver los problemas que interrumpían, cada vez con mayor frecuencia, el servicio eléctrico en la isla.
González Bunster mantenía con Balaguer una relación de afecto, casi de parentesco, desde hacía más de 20 años. El ex presidente dominicano había sido a mediados de los ‘50 el enlace de Juan Domingo Perón con Carlos Trujillo, el hombre fuerte del país centroamericano a mediados del siglo pasado. Y, a su vez, el puente de Perón con Balaguer era precisamente Luis González Torrado, padre de Rolando.
González Bunster en el parque eólico Matafongo. Pretende que en 10 años el 100% de la generación de InterEnergy sea renovable.
González Torrado, un abogado e industrial que fue asesor de máxima confianza del ex presidente argentino, fue uno de los que viabilizó el asilo político que República Dominicana otorgó a Perón, que dejó Buenos Aires tras el golpe de 1955 vía Paraguay y pasó dos años en Caracas con el respaldo de Marcos Pérez Jiménez. Cuando el entonces presidente de Venezuela perdió el poder en su país en enero de 1958, Perón debió buscar un nuevo destino. Así fue como emigró hacia Santo Domingo. Pasó allí dos años hasta desembarcar en Puerta de Hierro en Madrid.
La familia de González Torrado, sin embargo, hizo de Dominicana su hogar. Rolando terminó allí la primaria, cursó toda la secundaria y conoció a quien sería su esposa, Mónica, hija del entonces embajador de Uruguay en República Dominicana.
Encuentro inesperado
Ya sentado en el ferrocarril que salía de Nueva York, González Bunster discurría en su mente cómo responder satisfactoriamente al planteo de Balaguer. Su conocimiento del mundo de la energía era prácticamente nulo. Después de un rato, interrumpió esos devaneos cuando se percató que enfrente de él un hombre desplegaba un mapa y centraba su atención en una pequeña isla del Caribe. La invitación al diálogo fue ineludible.
Su ocasional compañero de vagón resultó ser el representante de Wärtsila, una compañía finlandesa que con los años se posicionaría como uno de los mayores tecnólogos del mercado de generación de energía. González Bunster exprimió ese guiño del destino y en esa media hora de tren terminó cerrando un acuerdo de palabra para comprarle a la compañía nórdica los primeros motores de generación que luego instalaría en República Dominicana.
La anécdota se puede leer en el génesis de CEPM, la empresa con la que el empresario argentino edificó su historia en el sector eléctrico, que hoy forma parte de InterEnergy Group, un holding que en 2022 registró una utilidad operativa de más de US$ 200 millones. Un 20% del grupo está en manos del fondo de origen canadiense Brookshields, uno de los más poderosos del planeta.
La planta térmica de CEPM en las afueras de Punta Cana es, a su vez, la principal base de InterEnergy en el país.
InterEnergy es socio estratégico del desarrollo turístico de la región de Punta Cana, que cuenta con más de 100 resorts en funcionamiento y otros 20 en construcción. A través de CEPM, abastece de energía —y de otros servicios como agua helada por tubería— a más de 53.000 habitaciones en hoteles y unos 55.000 usuarios residenciales. La empresa se encarga tanto de la generación con plantas termoeléctricas y parques de energía renovable, como de la distribución. Toda la red cuenta con medidores inteligentes que favorecen la digitalización del sistema eléctrico.
Costos en tarifas
El tendido de distribución de Punta Cana tiene una particularidad: funciona como un sistema cerrado, que está aislado de las líneas interconectadas del resto del país. La diferencia en calidad de servicio entre una y otra red es evidente: mientras CEPM registra menos de tres horas de cortes por año, un hogar de Santo Domingo, que paga tarifas subsidiadas y cuya red es operada por una distribuidora estatal, sufre interrupciones por más de 300 horas en el año. En promedio, casi una hora de corte por día. Para poner el número en perspectiva: en 2012, el peor año de Edesur, los cortes alcanzaron las 82,6 horas por usuario.
El sector energético en Punta Cana está construido sobre una condición necesaria: CEPM traslada a la tarifa comercial y residencial el mismo precio de la energía, que ronda los 31 centavos de dólar por kilowatt por hora (KWh). Unos 300 dólares por megawatt (MW); cuatro veces más que el precio monómico del parque generación en la Argentina.
Los usuarios en Punta Cana se acostumbraron a cuidar la energía que consumen. Sobre esa realidad material se generó una cultura de ahorro. Tanto que hoy el 70% de los hogares de personas que viven en la región de Punta Cana y Bávaro (que en su gran mayoría son trabajadores directa o directamente vinculados al turismo) contratan la energía mediante un medidor pre-pago, sin que eso conlleve una carga estigmatizante como la que muchas veces se denuncia en la Argentina para ese tipo de modelo de contratación.
En transición
CEPM es la nave insignia de InterEnergy, pero el grupo que lidera González Bunster, que está valuado en unos US$ 1500 millones, puso proa hace tiempo también hacia otros horizontes. Hoy no sólo es una de las tres mayores empresas de energía de Centroamérica, sino que empezó a desarrollar tecnología propia en segmentos diversos. Creó, por caso, un software de gestión de redes eléctricas que comercializó en Chile y en otros países de Latinoamérica y lanzó Evergo, la marca con la que lleva instalados más de 450 cargadores eléctricos en República Dominicana, está abriendo el mercado en México y Panamá y proyecta desembarcar en EE.UU.
Uno de los cargadores de Evergo, la subsidiaria de InterEnergy, que impulsa la electrificación vehicular en Centroamérica.
La meta de González Bunster es ser una compañía 100% renovable en la próxima década. En esa dirección, desarrolló en Panamá el proyecto eólico más grande de la región. Lo bautizó Laudato en honor al Papa Francisco. Y en ese mismo país tiene en carpeta la instalación de la mayor granja eólica de América central. La apuesta por la transición se percibe en todo momento: Evergo está instalando medidores eléctricos que tienen una capacidad de utilización inferior al 5% con la confianza de que la movilidad eléctrica se acelerará en los próximos años. La tendencia es República Dominicana va en esa dirección: en 2018 había 50 autos eléctricos en el país. A principios de 2023 suman más de 6000. La cantidad de Teslas estacionados en la planta de CEPM hace sentido con esa estadística.
Evergo empezó, incluso, a construir la primera electrolinera del país, una especie de estación de servicio gigante en la que los conductores podrán recargar las baterías de sus vehículos y mientras esperan (la carga demanda unos 30 minutos) aprovechar para realizar compras domésticas (alimentos, farmacia) o adquirir algún servicio.
De película
González Bunster aprovechó golpes del destino como el que lo cruzó con el directivo finlandés de Wärtsila. Lo hizo, al menos, tres veces más. La primera fue cuando conectó, antes de desembarcar en el negocio energético, con Charles Bluhdorn, un empresario de origen austríaco que hizo carrera en Wall Street y con el tiempo se convirtió en el factótum de los años de gloria de Paramount a finales de los ‘60.
Bluhdorn fue, además, uno de los impulsores del negocio de real estate en República Dominicana. Allí conoció a González Bunster, que acababa de recibirse de economista en Georgetown, la prestigiosa universidad ubicada en Washington. Bluhdorn lo invitó a sumarse al equipo de Paramount que estaba a cargo de levantar los fondos para producir los proyectos cinematográficos de la productora. Ese fue el puente para que el empresario argentino se radique en Greenwich (Connecticut), en las afueras de Nueva York, donde todavía hoy pasa unos seis meses por año. Fue un período prolífico para Paramount con producciones como Love Story y El Padrino, de Francis Ford Coppola.
Un segundo match fue cuando conoció, a fines de los ’70, a Harry Bresky, CEO de Seaboard Corporation, un jugador internacional del negocio agroalimenticio, que en la Argentina es dueña del ingenio Tabacal y posee también una unidad dedicada a las energías renovables. Bresky fue clave para conseguir el financiamiento inicial para montar los motores Wärtsila en una barcaza y rubricar un contrato de venta de energía a República Dominicana. Sin su aporte, difícilmente el proyecto hubiese prosperado.
Roomies
El tercer pliegue del destino fue el más fortuito y el que le generó una agenda global insondable. Cuando consiguió una beca para estudiar en Georgetown, González Burnster tuvo como compañero de cuarto a un tal William Jefferson Clinton, más conocido como ‘Bill’. En ese compus universitario forjaron una estrecha amistad que se mantiene hasta hoy. De hecho, González Bunster es desde hace años presidente de la Fundación Clinton.
De hecho, la entrevista con EconoJournal, uno de los dos medios que viajó a República Dominicana para conocer de cerca de las operaciones y proyectos de InterEnergy, fue interrumpida por una llamada de Clinton que entró directo al celular del empresario argentino, que atendió y tras una breve charla invitó al ex presidente norteamericano a acompañarlo a una visita a Buenos Aires que concretará por estos días.
González Bunster fue compañero de cuarto de Bill Clinton en Georgetown, la reconocida universidad de Washington.
Su red de contactos es frondosa. Solo un ejemplo: su vecino en Casa de Campo, el exclusivo barrio privado creado por Bludhorn en los ’60, que está emplazado a una hora en auto desde Punta Cana, es Michael Bloomberg, ex alcalde de Nueva York y creador de la principal agencia de noticias económicas del mundo.
Pese a llevar décadas fuera de la Argentina, mantiene un canal abierto con algunos referentes de la política local. Con Horacio Rodríguez Larreta y Sergio Massa incluso intercambió algunos mensajes de WhatsApp durante los últimos meses. Su nombre fue mencionado en algunos artículos de prensa en la lista de los presuntos interesados en Edesur, la segunda distribuidora eléctrica, que esta semana fue intervenida por el gobierno y que a su vez está embarcada en un proceso de venta organizado por su principal accionista, la italiana Enel. González Bunster toma distancia de esas versiones: “Puedo mirar números, pero no sé leer un balance argentino. Es imposible. Tampoco cuento con un socio estratégico”, desestima. Pero al mismo tiempo no le cierra la puerta a concretar inversiones para transportar y poder exportar el gas que se produce en Vaca Muerta. «Tranquilamente invertiría en un proyecto de Gas Natural Licuado (LNG, por sus siglas en inglés)», destaca. De concretarse, sería el cierre circular a un ciclo que se abrió hace casi 70 años cuando se vio forzado a dejar Buenos Aires.
La entrada La cinematográfica historia del empresario argentino que lidera la transición energética de Centroamérica se publicó primero en EconoJournal.
, Nicolas Gandini