Es amigo personal del ex presidente norteamericano Bill Clinton, con quien estudió en la Universidad de Georgetown, en Washington, y tiene una fortuna estimada en 670 millones de dólares, por lo que se ubica entre los 20 argentinos más acaudalados de Latinoamérica, según el ranking elaborado por Forbes. Sin embargo, Rolando González Bunster resulta un perfecto desconocido para la gran mayoría de sus compatriotas.
Radicado tras la pandemia en Punta Cana, el empresario argentino, que cuenta con una historia de vida cinematográfica, es dueño de la multinacional InterEnergy Group, uno de los principales jugadores del negocio energético en Centroamérica. EconoJournal viajó a República Dominicana para conocer su visión sobre el escenario global de la industria y conocer de cerca los proyectos en los que participa el grupo.
El holding que lidera González Bunster tiene presencia activa, a su vez, en Panamá, Chile, Jamaica y Uruguay, pero no en el país que lo vio nacer. En la Argentina sólo cuenta con una inversión a título personal en Energía del Sur, una generadora instalada en las afueras de Comodoro Rivadavia. “Es muy difícil invertir en la Argentina. Es complejo conseguir socios que me acompañen. Mi directorio se opuso a cada proyecto presentado”, explica en diálogo con este medio desde la oficinas que CEPM, la nave insignia de InterEnergy, en las afueras de Punta Cana.
Un caso concreto, recuerda, fue la posible compra de Eden, la distribuidora que abastece y comercializa energía eléctrica en el norte y centro de la provincia de Buenos Aires. “Teníamos el dinero para hacer la operación: unos US$ 19 millones. Era una corazonada. Pero mi gente no quiso avanzar. Estaba saliendo Cristina Fernández de Kirchner del gobierno. Parecía un momento bueno para comprar, pero no me apoyaron”, señala. “Lo que ocurre es que no se respetan los contratos. Nadie entiende un balance. Es realmente muy difícil”, cuestiona.
Si bien la Argentina nunca defaulteó un PPA de compra venta de energía, González Bunster advierte que el país suele alterar las condiciones para la inversión. “El default de la Argentina es el cepo cambiario, que significa un cambio en las reglas del juego. Todos los contratos del Plan RenovAr se respetan (se pagan al tipo de cambio oficial), pero cuando se firmaron eran a un cambio libre. Hoy no se pueden sacar los dividendos”, sentencia.
El de los subsidios energéticos —agrega— es un problema que no entienden los políticos. “Es un tema de fácil resolución, pero nadie quiere pagar el costo político de tomar decisiones al respecto. A la persona que se quiere subsidiar, hay que darle un bono luz; es decir, una tarjeta para que utilice cuando debe pagar el servicio. De esta manera se le podría reintegrar a la distribuidora el total de lo que vende”, propone.
Más allá de sus complejidades, resalta que la Argentina tiene en Vaca Muerta la segunda reserva más grande de gas no convencional del planeta y que se está avanzando con la construcción de nuevos gasoductos. “Es una iniciativa altamente financiable porque el año pasado se importaron unos 30 barcos de LNG con un costo exorbitante. Eso se puede revertir, dado que la Argentina está en condiciones de exportar”, remarca.
Sería inteligente, desde su óptica, construir una Unidad Flotante de Almacenamiento y Regasificación (FRSU, por sus siglas en inglés) con capacidad de convertir el gas que viene por gasoducto. “Esto es perfectamente factible, saldría en una primera etapa unos US$ 600 millones. Además, se deberían hacer otras inversiones portuarias y de depósitos de almacenamiento. Haría esta apuesta por la Argentina siempre que me entreguen suficiente gas. “Me encantaría participar en algo así”, confiesa.
¿Compraría una empresa como Edesur?
Lo haría si se pudiera entender el balance o proyectar hacia el futuro. ¿De qué vale comprar Edesur si te congelan las tarifas y el Valor Agregado de Distribución (VAD)? Generalmente, con el peso oficial uno no sabe si puede sacar el dinero el día que se tienen que pagar dividendos a los accionistas. Ese es el gran problema. Edesur puede ser una opción atractiva, pero la salida de la inversión puede no serlo.
¿Cuáles son los aspectos clave para tomar la decisión de invertir cuando le presentan un negocio?
Me he vuelto más conservador con el pasar del tiempo. Tengo la característica de que puedo mirar números y entenderlos enseguida. Lo que más me gusta es que los negocios sean estratégicos. Por ejemplo, ningún negocio de cargadores de autos tiene algún Excel que funcione, ahí hay que utilizar el olfato. Si uno ve que el mundo va hacia una electrificación del transporte, es obvio que tiene que haber cargadores por todos lados. Es una combinación de análisis y sentido común.
En República Dominicana, por ejemplo, nos dimos cuenta de que el turismo iba a ser la base de crecimiento y el motor de la economía. Y ha resultado efectivamente así. La política del gobierno de incentivar la inversión, por supuesto, ayudó mucho.
¿Cómo analiza el escenario global del sector energético?
El mundo está sumamente convulsionado. La pandemia creó una disrupción en el suministro, que a su vez encareció los fletes y todos los eslabones de la cadena. La guerra, por su parte, hizo subir el precio de todos los commodities. Al haber escasez de gas en el mercado europeo, se generó una enorme corrida para los que lo importan, incluso para los no europeos.
Esto a nosotros nos afectó bastante. Cuando estábamos negociando la extensión del contrato de una compañía, estalló la guerra. Hay que considerar que el gas natural licuado (GNL) que sale al mercado del Caribe viene de Estados Unidos. Los exportadores norteamericanos prefieren mandar ese recurso a Europa, donde rige el mercado holandés, el TTF, que llegó a valer entre u$s 80 y u$s 90 por millón de BTU.
En los últimos tiempos, la humanidad se estaba alejando del carbón y se habían apagado plantas nucleares en Europa. Los alemanes fueron los que crearon el mayor problema porque no tenían el gas de Rusia sobre el cual habían apostado. Y esto afectó a los países europeos, pero a su vez repercutió sobre todo el mundo. Ucrania, que era el gran productor de granos, no podía exportar porque tenía bloqueados los puertos. De allí surgió la escasez de maíz y trigo. Los valores de los commodities subieron y se agudizó la inflación que había escalado desde la pandemia. Hoy hay escasez de todo. Los fletes llegaron a valer entre seis y siete veces más de lo que costaban normalmente.
Sin embargo, el mundo siempre busca la forma de resolver sus dificultades. La Reserva Federal y el Banco Central Europeo tienen métodos para sortear este tipo de situaciones. Rusia jugó una carta muy complicada.
¿Hacia dónde debe ir una empresa de energía hoy?
La nuestra es una compañía que empezó como generadora. Después nos convertimos en distribuidora y transmisora, y todo eso se integró en una sociedad llamada CEPM. Luego fuimos ampliando la zona de distribución y tuvimos más generación. Ahora estamos viendo distribuidoras en diversas partes del Caribe.
El negocio eléctrico no se termina en lo que tenemos. Debemos buscar una ampliación geográfica también. El cuidado del medio ambiente y las energías limpias son la base de todas nuestras acciones. Estamos analizando convertir a CEPM en una empresa 100% renovable. Lo que hicimos en la isla Saona (InterEnergy llevó adelante un proyecto de generación fotovoltaica con respaldo de baterías que por primera vez permitió electrificar al pueblo de pescadores que habita la isla) es algo emblemático de lo que queremos hacer mundialmente. La idea es integrar muchas islas que hoy están obligadas a producir con diésel y energías sucias para convertirlas en fuentes limpias. Hay un gran margen de utilidad entre la energía obtenida por vías limpias y la generada con diésel porque este recurso es caro e ineficiente.
Central Térmica de CEPM en Punta Cana
¿Qué importancia le otorgan a la movilidad eléctrica?
El hecho de poner en circulación vehículos con energía obtenida del sol y el viento me entusiasma mucho. Quizás el mayor contaminante a nivel global sean las emisiones de los autos. En un mundo que busca tener electricidad a precios razonables para la población, mientras los estados ven en el combustible una forma de recaudar dinero, el viraje de una tecnología a otra puede ser muy rentable.
Quisiera que los ocho millones de turistas que visitan Punta Cana pudieran bajarse del avión, subirse a un autobús eléctrico e ir a un hotel donde toda la energía que consuman sea renovable. Que puedan, básicamente, ir a una isla renovable. Eso lo vamos a empezar a ver en lo inmediato, ya que es un concepto muy fácil de llevar a cabo. Contamos con un bus eléctrico que va a llevar a 40 turistas a una playa donde todo es eléctrico.
Tenemos que alinear los intereses de las distintas islas. Estamos llevando adelante un negocio en Saint Kitts y Nevis, dos islas que están muy cerca y que tienen una demanda energética de casi 40 megawatts (Mw). Una posee un gran yacimiento de energía geotérmica, donde pensamos colocar una planta que garantice el abastecimiento de ambas. Asimismo, hay que poner un cable entre ellas. Es un negocio que nos interesa porque es 100% renovable.
La entrada “Me encantaría participar de un proyecto de licuefacción de gas en la Argentina” se publicó primero en EconoJournal.
, Nicolas Gandini