La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca podría representar una oportunidad inesperada para la industria petrolera y gasífera argentina, incluso ante la posibilidad de una caída inicial en los precios internacionales del crudo.

Desde su primer día en el cargo, Trump dejó en claro su intención de transformar el panorama energético estadounidense. La declaración de emergencia energética, su compromiso con el impulso de la producción de hidrocarburos y la amenaza de aranceles al petróleo canadiense son sólo algunas de sus primeras acciones en este sentido. Estas medidas no sólo afectan el mercado energético estadounidense, sino que también repercuten en el comercio internacional, incluida Argentina, que recientemente alcanzó un superávit comercial energético sin precedentes en casi dos décadas.

En 2024, Argentina logró un superávit comercial energético de 5.668 millones de dólares, impulsado por un incremento del 22,3% en sus exportaciones y una reducción del 49,4% en sus importaciones. Este hito se debe a tres factores clave: la riqueza del yacimiento de Vaca Muerta, el segundo más grande del mundo en su tipo; una política económica favorable a la inversión privada impulsada por el gobierno de Javier Milei; y la creciente demanda china de crudo argentino, convirtiendo al gigante asiático en su principal comprador.

El contraste con la administración anterior en Estados Unidos es notable. Mientras el gobierno de Joe Biden promovía subsidios para fabricantes de baterías de vehículos eléctricos y fomentaba el desarrollo de turbinas eólicas marinas, la nueva administración de Trump apuesta por la flexibilización de los permisos de perforación y el aumento de la producción de hidrocarburos. Si bien esto podría ejercer presión a la baja sobre los precios internacionales del petróleo, la realidad es que el impacto dependerá de múltiples factores, incluida la voluntad de las grandes petroleras de expandir significativamente su producción.

En este sentido, los analistas concuerdan en que la política de “perforar, perforar, perforar” promovida por Trump podría reducir los precios del crudo, pero también destacan que las empresas no siempre siguen automáticamente el camino que dicta la política gubernamental. Según el Buenos Aires Herald, un aumento en la producción estadounidense podría llevar el precio del Brent a 65 dólares por barril. Sin embargo, las principales petroleras han demostrado cautela en sus planes de expansión, lo que podría mitigar este efecto.

En el caso de Argentina, el desarrollo de Vaca Muerta ha sido notable en los últimos años. Su producción ha crecido de menos de 90.000 barriles diarios a casi 400.000 barriles por día al cierre del tercer trimestre de 2024, con una tasa de crecimiento anual del 35%. Las proyecciones indican que este volumen podría alcanzar el millón de barriles diarios hacia finales de la década, consolidando a Argentina como un actor clave en el mercado energético regional.

Más allá del impacto en los precios, la política exterior de Trump también juega un rol fundamental en la configuración de los mercados energéticos. Su enfoque de dominación energética estadounidense y el uso del petróleo y el gas como herramientas geopolíticas podrían generar nuevas oportunidades para productores alternativos, como Argentina que podría reconfigurar el comercio energético global, beneficiándose con la provisión de recursos estratégicos.

Sin embargo, hasta el momento, Trump no ha impuesto sanciones significativas a Rusia o Irán, sino que ha dirigido su atención a Canadá, cuestionando la necesidad de importar crudo de su vecino del norte. No obstante, el petróleo argentino, al ser liviano y dulce, no representa una alternativa directa al crudo canadiense, que es en su mayoría pesado y azufrado.

A pesar de los desafíos iniciales, la administración Trump podría representar una ventaja a largo plazo para la industria petrolera argentina. Primero, porque el mercado petrolero global no responde exclusivamente a órdenes presidenciales, sino a la dinámica de la oferta y la demanda. Segundo, porque la resiliencia de la demanda de crudo ha demostrado ser resistente ante intentos de transformación acelerada del sistema energético global. Y tercero, porque la reciente retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París ha provocado un efecto dominó en el sector financiero y político, con bancos y gobiernos reconsiderando sus compromisos ambientales.

Aunque la presidencia de Trump puede traer desafíos para los productores de petróleo en términos de precios en el corto plazo, las oportunidades que genera en términos de acceso a mercados, estabilidad regulatoria y reconfiguración geopolítica podrían, en última instancia, beneficiar a la industria petrolera y gasífera argentina.