En este reportaje, Daniel Montamat destaca que, aunque el sector energético se muestra satisfecho con las reformas del gobierno de Javier Milei, persisten problemas de inseguridad jurídica y problemas institucionales que afectan las expectativas de inversión. Montamat enfatiza la necesidad de estabilidad macroeconómica y una estrategia de largo plazo para fomentar inversiones. Además, subraya la importancia de desarrollar valor agregado exportable y de establecer un ente regulatorio unificado para el gas y la electricidad, cruciales para el crecimiento sostenible del sector energético en Argentina.
–El sector energético se ha manifestado muy conforme con el fondo de las reformas que viene llevando adelante el gobierno de Javier Milei. No obstante, hay coincidencias en que hay un creciente desmanejo y desorden en materia política, institucional y de la administración pública. ¿Qué impacto puede tener esta situación en las expectativas de inversión?
Creo que no puede haber archipiélagos de seguridad jurídica, en medio de tsunamis de inseguridad jurídica generalizada. Lo reitero constantemente en el sector energético. Estamos acostumbrados a plantear 10 puntos para que el sector energético haga sus ingentes inversiones, pero el sector está inmerso en esa realidad argentina global que condiciona a lo sectorial.
Ignorar esto es darse de bruces contra la realidad. Y obviamente el sector energético, a pesar de que es uno de los sectores con ventajas comparativas relativas -tomando la ley de Ricardo- (N de la R: se refiere a la Ley de las ventajas comparativas de David Ricardo.) está inmerso en una situación económica que necesita definir algunas cuestiones básicas… cuestiones básicas de estabilidad macro, acceso al mercado de cambios y disponibilidad de divisas, tasa de riesgo país, etc. que se pueden resumir en un “volvamos a ser un país normal”.
Ya no miremos a Europa, no miremos a “los tigres asiáticos”. Miremos en la región, un país normal con las tasas de riesgo que tiene Uruguay, Chile, Brasil… es decir con estabilidad sostenible en materia macroeconómica y la seguridad jurídica de una república con controles y contrapesos institucionales.
Todavía no tenemos eso. Todavía tenemos el Cepo y no se ha definido cuándo se lo va a sacar. El Gobierno tiene toda la vocación de hacerlo y lo reafirma. Pero el país aún tiene altas tasas de riesgo, si bien ha bajado la inflación, todavía hay dudas de una estabilidad sustentable. Una política cambiaria que todavía está sometida al cepo es un condicionante de las ingentes inversiones que el sector energético demanda.
Pero el sector energético avanza…
Mientras se resuelve el tema de inflación, que es prioritario, y genera expectativas adaptativas en la opinión pública, el sector energético puede avanzar en algunos temas coyunturales. Pero no el desarrollo intensivo que el sector energético necesita para producir petróleo para el mercado internacional y gas para mercado doméstico, la región y el eventual proyecto de GNL. Para eso falta el complemento de esos condicionantes de un país normal, con avances en reformas estructurales y una política de desarrollo de largo plazo.
En este marco, hay que ver cómo se acoplan los desarrollos de renovables en el sur, en Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego, con interconexiones lejanas y costosos a la zona de gran consumo, con las posibilidades del hidrógeno verde y la transformación en amoníaco para el mercado internacional. Todo esto se puede articular en una estrategia de complementación e integración con los mercados de la región.
Debemos replantear la integración regional. Resignado el objetivo del autoabastecimiento por la ley de Bases, necesitamos seguridad energética, la seguridad energética podemos obtenerla en la región. Así que todos estos desafíos están completamente involucrados con la interacción que tiene la microeconomía energética con la macroeconomía del país y con la realidad de la política y fundamentalmente, hacia dónde va la política.
¿Estamos en el dilema del prisionero? sino si no tenemos reservas en moneda dura, no podemos abrir el cepo y no podemos abrir el cepo para que vengan las inversiones… ¿cómo se sale de ese dilema?
Del dilema de prisioneros se sale hablando entre los prisioneros. Porque los prisioneros terminan comentando la situación, se dan cuenta de que lo que más le conviene es la estrategia de callar… (rie). Tenemos que abrir puentes dentro del cambio, para establecer diálogos que se traduzcan en un rumbo cierto en el largo plazo. Reglas y señales de precio que reflejen los costos económicos del sector energético, en el largo plazo, porque todos los proyectos energéticos tienen viabilidad si hay certidumbre en el largo plazo. Eso restablece la confianza
La industria energética es capital intensiva –siempre lo subrayo– entonces, la concreción de esos proyectos de inversión, trascienden varias administraciones de gobierno. Necesitamos para esta industria y yo te diría para la Argentina en general, que haya rumbo y estabilidad de largo plazo, estrategia de largo plazo, reglas de juegos de largo plazo, señales macroeconómicas y microeconómicas de largo plazo.
¿Cómo se logra?
A través de vasos comunicantes. Planteaba en un artículo que publiqué recientemente en La Nación, la necesidad de una confluencia liberal-desarrollista porque me parece que, en la Argentina, el cambio va a perdurar cuando entendamos que los equilibrios de las cuentas públicas, el superávit de las cuentas externas y las reformas estructurales, se consolidan definitivamente con un plan de desarrollo inclusivo país, que, para mí, pasa por el valor agregado exportable.
Pero esa no es la idea del Gobierno, el Milei plantea una liberación de precios y mercados y la no intervención del Estado en ninguna área -a pesar de que está de que lo está haciendo- y que la asignación de recursos la realice el mercado.
Bueno, yo creo que esa es una idealización libertaria. Cada uno toma del presidente algo, porque el presidente habla y enfatiza muchas cosas. Yo me quedo con ciertos conceptos, cuando veo a un presidente reflexivo “yo soy un libertario y me conformo con que este país asuma una economía clásica”. Bueno, un liberalismo clásico, planteado en términos actuales, es un liberalismo de equilibrio fiscal y sostenible, de apertura económica, de operatividad de los mercados y de inversión privada.
A ese liberalismo al que yo suscribo, hay que agregarle una inserción estratégica exitosa de la Argentina en mundo. Creo que Milei lo va entendiendo, se lo va haciendo entender la realidad. La inserción estratégica de la Argentina en el mundo es aprovechar ventajas de oportunidad que el país tiene cambiando los ejes del modelo productivo.
¿Cuáles son esas ventajas comparativas?
El valor agregado exportable. La Argentina sigue dando batallas perdidas con la estrategia de sustitución de importaciones. No va más. Tenemos que cambiar el sistema de incentivos dentro de la lógica del mercado y la competencia de mercado para que en este país sea rentable la inversión con destino exportador, que siempre ha sido castigada por el sesgo antiexportador de nuestra economía.
Tenemos que potenciar cadenas de valor que no vamos a elegir porque ya están elegidas por las intrínsecas ventajas comparativas relativas: la cadena agroindustria, la cadena de valor energética, la cadena de valor minera, la de Industria del conocimiento, la pesca, el turismo receptivo y las industrias conexas a éstas.
¿Y qué pasa con el aparato industrial argentino?
El aparato industrial argentino tiene la gran oportunidad de entrar a aprovechar la producción de insumos dentro de cadenas de valor regionales que empiezan a relocalizarse.
Porque el mundo está yendo a una globalización regionalizada, el friendshoring y el nearshoring. Entonces yo creo que ahí también hay que tener estrategias para aprovechar oportunidades en estas cadenas de valor. Repito, tomando ciertas partes del discurso, cuando se habla de desarrollar en la Argentina inteligencia artificial o algunas otras producciones de partes o insumos tecnológicos podemos analizar y discutir.
Pero, en todos los casos, se requiere una estrategia, espontáneamente no se va a generar, entonces creo que tiene que haber una gran transacción entre aquellos liberales que no creemos en el desarrollo espontáneo y los desarrollistas que creen en la elección de sectores para desarrollar.
Ellos tienen que renunciar a la selección de sectores –porque los sectores ya están elegidos– y los otros, tienen que aceptar que a todos estos equilibrios que se proponen con apertura y funcionamiento de los mercados de inversión privada, hay que agregarle una nueva estrategia, una nueva estrategia de valor agregado exportable, que consolide esta nueva coalición de intereses que desplace la coalición que ha venido sosteniendo la sustitución de importaciones.
Esa coalición de intereses que propicia un dólar barato con alta protección y encerramiento nos hacen caer en cíclicos saltos de devaluatorios con todas las consecuencias que conocemos. Hay que ir una coalición de intereses de un dólar competitivo que se deprecie por ganancias de productividad en una Argentina más abierta e integrada a la región y, a partir de la región, al mundo.
La causalidad entre tipo de cambio y productividad empieza primero con dólar competitivo (y en esto es clave el superávit fiscal intertemporal), un dólar competitivo desarrollando valor agregado exportable a partir de estas locomotoras que se han elegido por sus ventajas comparativas relativas empieza a hacer crecer la productividad sistémica.
Y ahí se viene otro salario, otra calidad de empleo, que es la que la Argentina viene demandando, así que yo creo que esas son las cosas que requieren una coalición, una confluencia liberal desarrollista.
En un mundo que se mueve a fuerza de subsidio, porque tanto Europa como, China, tienen un volumen gigantesco de subsidios en todos los productos y servicios y en todas cadenas de valor ¿La Argentina puede competir quitando el precio sostén de la energía?
Yo creo que sí, porque estos sectores por ventajas comparativas relativas, son competitivos. Hoy los “break even” del petróleo de Vaca Muerta han bajado sustancialmente y con estos precios de petróleo somos competitivos. En realidad, a estos sectores que yo denomino locomotoras aquí lejos de subsidiarlos se los castiga. Las retenciones casi no existen en la experiencia comparada.
El petróleo de Vaca Muerta es el que hoy ofrece mayor renta, pero viene asociado a gas natural. Y si viene asociado a gas natural, ese gas natural tiene un costo marginal casi cero, muy bajo. Es decir, que el gas también tiene posibilidad de ser competitivo. Ahora bien, el mundo subsidia que subsidia de manera inteligencia no aplica subsidios generalizados canalizados a través de la oferta como lo hicimos nosotros. Subsidios que tuvieron alto impacto en las cuentas públicas y externas.
En las estrategias de desarrollo, hay algunos países que optan por una política industrial y eligen un sector para desarrollar y ahí aplican los subsidios. Lo ha hecho por ejemplo Biden, con la Anti-inflationary Act que promueve la inversión en energías renovables. Creo que entre nosotros la gran transacción que deben hacer aquellos con orientación desarrollista es aceptar subsidios transversales que fundamentalmente promuevan el circuito educación, producción, tecnología y ciencia, y más inversión pública en infraestructura para articular la geografía del país
Para que ese circuito se retroalimente y genere innovación requiere de una estrategia de desarrollo. Se tiene que dotar al país de mucho más investigación y desarrollo, que no sólo viene por el sector público, también por el sector privado. Esto a su vez, requiere bienes públicos de calidad al alcance de los que menos tienen. Educación pública de calidad.
Los bienes públicos de calidad son los que mueven el ascensor social. El circuito de tecnología que tiene desarrollado el país tiene que estar más profesionalizado y jerarquizado, sin interferencias políticas.
Para que produzca más ciencia e investigación, pero vinculada a las cadenas de valor que permiten desarrollar valor agregado exportable.
Entonces todas estas políticas requieren cierta subvención, que tiene que ser transversal, no focalizada en determinadas industrias, sino que beneficien la competitividad general del país.
¿Y cómo se arriba a ese modelo? Estamos ahora con dificultad de acceso a moneda dura con los problemas de deuda interna y externa.
Tenemos que asumir que hoy Argentina no es un país normal. La Argentina viene de tumbos, idas y vueltas y de un extenso prontuario de inseguridad jurídica. Hacia adelante, obviamente que vamos a tener que resolver esto, pero tenemos que entender una cosa, el Gobierno generó consensos en torno al objetivo de bajar inflación. Entonces este Gobierno necesita seguir mostrando que baja la inflación.
Estamos en Julio y yo creo que el índice de Julio va a dar por debajo de ese 4.2% de Mayo que ya se había tomado como referencia de baja de la inflación. Ahora bien, en torno a ese objetivo, el gobierno tiene que seguir mostrando resultados, porque la sociedad genera en función de ese logro expectativas adaptativas.
Tiene que seguir mostrando equilibrio o si es posible, algo de superávit financiero en las cuentas fiscales, aunque en torno a esos objetivos, a veces hay diferencia entre el devengado y el pagado. Es decir, hay que lograr mostrar superávit, aunque haya que refinanciar deudas o postergar pagos.
Si realmente se logra dominar la inflación, esto es que entremos a hablar de inflaciones ya del torno al 25, 30% anual y de ahí para abajo, en paralelo hay que ir avanzando en ciertas reformas estructurales. En este punto la gestión es muy importante, por eso las idas y vueltas políticas a esto le hacen mal, entra todo el sistema en crisis. La gestión con reformas estructurales pavimenta la estabilidad.
Lo otro que hay que asumir es que esta transformación es una cuestión que va a llevar varias gestiones de gobierno. Entonces, hay que tender puentes dentro del cambio para que la masa crítica de los que quieren cambiar la Argentina se imponga en los próximos turnos electorales, que no es solo la elección legislativa del año próximo, ni la elección presidencial. Después vendrán otras elecciones presidenciales, entonces hay que institucionalizar el cambio, despersonalizarlo.
Si el cambio depende de fulano o mengano, estamos complicados porque fulano enfermarse o morirse. Sin liderazgos alternativos, la cosa no funciona.
Insisto, hay que despersonalizar e institucionalizar el cambio, y esa institucionalización del cambio debe darse en la alternancia republicana del poder.
Siguen faltando dólares…
Faltan dólares porque seguimos trabajando en un modelo orientado al mercado doméstico, basado en la sustitución de importaciones. Y con un dólar que se abarata cíclicamente y que termina haciendo explotar las cuentas públicas y las cuentas externas.
Porque un estado sobredimensionado es caro, pero con dólar barato es carísimo en dólares. Además, con dólar barato, la producción local requiere autarquía y alta protección. El sector privado, con la mochila de plomo en la espalda de pagar impuestos para sostener ese gasto público altísimo en dólares, no puede competir hacia afuera y necesariamente para sobrevivir tiene que reducir el empleo y el salario privado. El mejor empleador es el sector público, que termina pagando salarios en dólares baratos superiores al sector privado, pero con nulo aumento de productividad.
Está claro que la mejora depende de otro modelo de desarrollo. Y en ese nuevo modelo de desarrollo repito: es necesario desarrollar valor agregado exportable.
Recién entonces el salario comienza a crecer en términos reales y en moneda fuerte, no sólo porque se estabiliza la macro y no pierde contra la inflación, recuperando poder económico, sino porque se empiezan a generar nuevos empleos, y crece la productividad. Pero, en lo inmediato, hay que empezar erradicando la inflación para que no se siga deteriorando el salario.
Cuando aumenta la demanda de recursos humanos de calidad, también se facilita la negociación salarial. La secuencia es estabilización, reforma estructural y desarrollo inclusivo. Con el desarrollo de un sistema productivo nuevo, vienen los nuevos empleos y los mejores salarios, más competitivos en relación con los salarios que se pagan en la región.
¿Cuáles son los próximos desafíos energéticos?
Los veo en tres órdenes: Señal de precios hay que recuperarla todavía. En las tarifas de gas y electricidad tenemos todavía un 40% en promedio de subsidios en los consumos residenciales. Hay que terminar con la segmentación tarifaria. Hay que ir a subsidios concentrados que, indicadores socioeconómicos mediante, se focalicen en aquellos usuarios que realmente lo necesitan.
Esto de pretender que un tercio de los usuarios se haga cargo de los costos económicos para subsidiar a las otras dos terceras parte en forma total o parcial, no va más. Subsidio focalizado a quien lo necesite y que lo pida, ahí se debe evaluar y auditar bien.
Y los precios del petróleo y los combustibles alineados a las referencias internacionales -cosa que está en la Ley Bases-. Internacionalización del mercado petrolero.
Siempre que hemos estado desalineados de los precios internacionales afectamos muy mucho a las inversiones de largo plazo. Antes cuando todavía no había recursos no convencionales, los productores ponían “varias bombillas en el mismo mate”: extraían del yacimiento todo lo que podían para captar toda la renta posible, pero no te reinvertían en la exploración y el desarrollo de nuevas reservas. Ahora. Si se intervienen los precios, se para el plan perforatorio nuevo, porque los no convencionales requieren constantes nuevas perforaciones, y la producción se cae como un piano.
Por tanto, necesitamos referencias internacionales de precio.
Segundo, la reinstitucionalización del sector. Creo que en materia de entes reguladores hay que unificarlos como lo establece la Ley de Bases. Al margen de toda la trayectoria que tienen el Enargas y el Enre, dos por tres con leyes de emergencia se los ha desinstitucionalizado, tergiversando su funcionamiento autónomo y profesional.
Yo creo que hay convergencia entre el mercado de los electrones y de las moléculas, esa es la tendencia de avanzada. Entonces, la articulación del mercado de gas y electricidad requiere de la unificación de los entes.
Es necesaria la libertad de importación y exportación, pero cuidado en la reglamentación con el mercado de gas, porque tenemos que volver a exportaciones firmes, y eso requiere de inventarios y certificaciones, para no repetir errores que forman parte de nuestro prontuario de inseguridad jurídica, como cuando le cortamos el gas a Chile.
Y el tercer tema, no enunciado en orden de prioridades, porque que se trata de temas convergentes, es que el sector necesita una estrategia de largo plazo.
Yo no le tengo miedo a la palabra estrategia de largo plazo. Los mercados competitivos internacionalizados, y regulados en sus segmentos no competitivos, son los que mejor van a organizar la asignación de los recursos de la industria. El consumidor se beneficiará de mejores precios porque los costos serán más bajos con la introducción de nuevas tecnologías y la competencia entre fuentes. Pero hace falta una estrategia que señale el rumbo de largo plazo, una estrategia para conformar mercados regionales de energía. Y esto requiere un Estado preparado que tome decisiones políticas.
Los mercados no se te van a vertebrar o integrar porque sí, espontáneamente, harán negocios fronterizos de conveniencia puntuales. La verdadera integración viene con las tres “erres”: Redes en común, Recursos en común y Reglas en común. Para arribar a esa interacción se requiere una agenda de convergencia regulatoria y todo eso requiere decisión política y una estrategia de largo plazo.