A principios de agosto, en una reunión de empresarios, Jorge Barrera, Gerente de Multiplo Colombia y Director Tecnico de Seer Holding (desarrollo experimental de un prototipo de vehículo eléctrico del departamento del Valle del Cauca), le comentó al ministro de Minas y Energía, Diego Mesa, su intención de invertir en el país para producir carros eléctricos. Pero le advirtió de algunas barreras que dificultan el emprendimiento.
Mesa le reconoció que en cuestiones arancelarias y de IVA debería haber mejoras. “Es algo que podemos revisar si eso es un cuello de botella para la producción local”, prometió el funcionario.
La nueva Ley N°2099, de Transición Energética, pronta a reglamentarse, concede beneficios tributarios contemplados en la Ley 1715 (exclusión de IVA, aranceles y depreciación acelerada) para la movilidad sostenible, pero no incluidos en los insumos, sino en productos terminados.
Eso, explica Barrera a Energía Estratégica, genera un efecto contraproducente para la Investigación y Desarrollo (I+D) local, ya que es más competitivo traer un vehículo eléctrico terminado del exterior que importar los materiales y fabricarlo en el país.
Sin embargo, el empresario advierte de un inconveniente mayor que el acceso a incentivos tributarios: al no haber vehículos diseñados actualmente en Colombia, se requieren de algunos cambios burocráticos en el estatuto. “Necesitaríamos modificar la normativa con la opción de homologación nacional”, indica.
La obsesión de Barrera y su equipo es desarrollar su carro, que se denominará “DMC”, siglas que hacen alusión a Diego Mejía Castro, socio y amigo de Barrera, fallecido el año pasado. Es una 4×4 que emula al famoso modelo Suzuki Jimmy, pero 100% eléctrico. Contará con un motor de 60 kW (30 kW adelante y 30 kW atrás) y una autonomía que rondará los 300 kilómetros.
El empresario asegura que ya tienen el diseño y que están avanzando en modelos en 3D. Adelanta que en diciembre presentarán el primer prototipo. “Estamos en fase de construcción. Mi filosofía es hacer las cosas muy rápido, para poder fallar y mejorar el producto rápido”, enfatiza con modestia, exponiendo su experiencia que comenzó a forjarse en 1995 en Massachusetts, cuando estudiaba en el MIT y colaboraba en la fabricación de coches eléctricos de competición.
“La estrategia de montar la fabricación en Colombia no la veo tan viable, aunque lo vamos a seguir estudiando. En este momento tenemos más incentivos del estado de West Virginia para ir a montar la fábrica en Estados Unidos y, potencialmente, vender los carros en Sudamérica”, explica. Y anticipa: “Ya tenemos invitación para presentar el prototipo eléctrico en San Francisco”.
Colombia, difícil
Barrera puntualiza sobre la necesidad de que sea modificada la normativa con la opción de homologación nacional. Explica que el escenario ideal sería que el Gobierno de Colombia les habilite una primera camada de 1.000 prototipos para que puedan ser registrados y que circulen sin necesidad de homologación.
“Uno homologa por seguridad y por protección al consumidor, para que el cliente compre un producto de calidad. Pero como los primeros 1.000 suelen ser de experimentación, nuestra empresa garantizaría que sean seguros y que respondamos ante cualquier problema de calidad”, se compromete.
Legado de un sueño
Barrera cuenta que, tras formarse durante 15 años en Estados Unidos, en 2009 volvió a Colombia para aplicar lo aprendido. Empezó diseñando carros eléctricos de competición y luego, en Cali, construyó el primer bus eléctrico de Colombia, de la mano de Diego Mejía, su socio.
“El primero era un prototipo muy básico, con una electrónica que no era muy sofisticada, pero con él aprendimos y demostramos que podíamos mover a la gente con un bus eléctrico. Luego de esa experiencia, conseguimos fondos para construir un bus muy bien hecho, que rodó tres años en Cali prestando servicio. Esto fue en 2013, estábamos muy adelantados”, recuerda.
Tras esa experiencia, Barrera cuenta que intentaron profundizar sobre su proyecto y producir buses en serie para gobiernos locales de Bogotá, Cali y Medellín; pero que la preferencia por la importación de unidades chinas los dejó afuera. “Habíamos invertido casi 2 millones de dólares. Pero en 2017 tuvimos que parar la empresa y nos dividimos con mi socio (Mejía)”, lamenta.
Aunque al poco tiempo retomarían. “Un año después me llama Diego y me dice que hay opciones de solicitar fondos (por proyectos de regalías) al Gobierno para producir carros comerciales. Hicimos la propuesta de un carro familiar para Colombia y la ganamos», destaca Barrera. Sin embargo, con la ejecución del emprendimiento, llega la pandemia. Y poco después, en 2020 Diego muere.
“Cuando eso sucedió pensé que ya se iba a parar el proyecto, pero sus hijos, en homenaje a él, decidieron continuar y para ello me llamaron; y yo acepté con gusto, también como homenaje a Diego”, resalta el emprendedor.
Relata que sugirió unos cambios al primer modelo, para ser más estratégico a la hora de captar mercado. “Les propuse: vamos a buscar un nicho donde podamos entrar y les sugerí un modelo para la gente que le guste la aventura y quiera explorar las afueras de Colombia, con una 4×4. Que además de utilizar el carro en las ciudades lo usen para hacer expediciones”, razona.
Y analiza: “El carro de status en Colombia no es el automóvil sino las camionetas. Entonces nos inspiramos mucho en el éxito que ha tenido el Suzuki Jimmy, este camperito pequeño que está agotado en el mundo: un 4×4 compacto y sencillo, que nosotros lo haremos eléctrico, un producto que no está en el mercado actual”.
Barrera y su equipo apuntan a que el DMC tenga un motor eléctrico de 60 kW y 300 o más kilómetros de rango, “la batería más grande posible que le podamos acomodar”, señala el empresario.
Cuenta que hay gente cercana a él que le dice que no será prolífico intentar insertarse en un mercado como el de vehículos eléctricos, donde ya hay grandes competidores, pero Barrera confía en su producto y en su unicidad. “Tesla no hace carritos 4×4 como este, ni le interesa”, remata.