Aunque todavía hay quienes discrepan, la gran mayoría de la comunidad científica entiende que la actual economía de la energía, basada en la utilización de combustibles fósiles es insostenible si queremos mantener nuestro planeta en un equilibrio térmico compatible con nuestra civilización.
Todo parece indicar que, así como la edad de piedra no finalizó por el agotamiento de estas, la era del petróleo no finalizará por la escasez de este recurso como creíamos hace algunas décadas, sino porque su utilización será prohibitiva para la salud y subsistencia de la humanidad.
Las energías renovables no convencionales (ERNC) han demostrado su validez para sustituir a los combustibles fósiles en los mercados eléctricos, especialmente la solar fotovoltaica y la eólica cuyo potencial es enorme, muy superior a las necesidades energéticas de nuestra civilización, y está distribuido prácticamente en todo el mundo.
Es importante comprender que el mercado eléctrico es sólo una fracción del mercado energético total (entre el 20 y 25%) y hay usos de la energía que no son fáciles de electrificar.
Es por esta razón que surge el hidrógeno verde. Se le denomina así para identificarlo como fruto de la electrolización del agua mediante energía eléctrica obtenida de ERNC. Se podría decir que el hidrógeno verde es una forma de empaquetar a la ERNC para llevarla donde no llega el sistema eléctrico o para usarla donde no es posible el uso de energía eléctrica.
Desde el punto de vista másico, el hidrógeno tiene casi tres veces la energía de los hidrocarburos fósiles y cuatro veces la energía del carbón mineral. En cambio, desde el punto de vista volumétrico el hidrógeno comprimido tiene casi cuatro veces menos energía que el gas natural, y el hidrógeno líquido (a -253º C) tiene 5 veces menos energía que los fósiles líquidos. Se podría decir que en los hidrocarburos el hidrógeno aporta la energía y el carbón aporta la densidad másica.
Estos valores muestran que no será tan sencillo sustituir a los combustibles fósiles por hidrógeno verde, pero la combinación de este con carbón neutro (obtenido por captura o por biomasa) para la realización de hidrocarburos sintéticos o con nitrógeno, para obtener amoníaco, puede facilitar la necesaria erradicación de los fósiles de la economía.
Esta unificación de los mercados energéticos traerá sinergias. Sabemos por experiencia propia de la Argentina que es más barato transportar energía en un gasoducto, aunque el gas sea hidrógeno, que transportarla por una línea eléctrica de alta tensión. También almacenar energía por largos períodos en forma de amoníaco o de hidrogeno liquido es más conveniente que en baterías de litio, o incluso que en grandes centrales hidroeléctricas de acumulación y bombeo.
El sur argentino tiene muy buen recurso de generación eólica, el norte para la solar y el centro para una combinación de ambas. Podría pensarse en producir hidrógeno verde al pie de plantas de generación eléctrica, transportarlo en gasoductos y convertirlo en electricidad mediante celdas de combustible en los centros de consumo o almacenarlo en forma líquida para su posterior uso o exportación.
La actividad de producir hidrógeno verde puede catalogarse como una actividad agropecuaria, en la que se “plantan” molinos o paneles solares y se “cosecha” hidrógeno verde. Aquellos países con capacidad de exportación agropecuaria pueden convertirse en exportadores de energía verde.
Esta visión me recuerda lo que me gusta llamar “la paradoja de Tesla y Edison”. Cuando era estudiante, hacían escasos 100 años de la invención del bombillo incandescente por parte de Edison. Entonces supe de una gran “batalla” entre Edison, partidario de la comercialización de la energía eléctrica mediante corriente continua, y de Tesla, partidario de utilizar corriente alterna. La “batalla” la ganó claramente Tesla, aunque Edison se llevó con él la fama. La paradoja es que, incluso hoy, a Tesla se lo conoce por una marca de automóviles a batería.
Esto puede cambiar rápidamente, ya que los paneles solares producen energía en corriente continua, los aerogeneradores modernos pasan su producción por una fase continua, los electrolizadores funcionan con corriente continua, las celdas de combustibles producen energía eléctrica en forma de corriente continua y los consumos eléctricos modernos (luces LED, equipos industriales y domésticos) funcionan también en continua.
Puede ser que, al final, la “batalla” entre esos dos genios también la gane Edison, lo que demuestra que, en términos energéticos, los cambios pueden ser difíciles de avizorar.
*Acad. Ing. Oscar Ferreño.
Director de Relaciones Institucionales & Regulación de Ventus