Las nuevas instalaciones de generación de energía eléctrica renovable no convencional dominan el mercado mundial, de acuerdo a la Agencia Internacional de Energía (AIE), las energías renovables representan más del 70% del incremento a nivel mundial.

La energía solar fotovoltaica y la eólica, en gran parte de los países, se consolidan cada vez más como las fuentes de generación de electricidad más baratas y desplazan a la generación tradicional no renovable; y de acuerdo a varios estudios, la mayoría de las fuentes de energía renovable serán totalmente competitivas en esta próxima década.

Por primera vez en la historia la generación de energía renovable crece más rápido que la demanda de energía, mientras que la generación de electricidad con combustibles fósiles por fin disminuye, al tiempo que el hidrógeno verde comienza a posicionarse como el combustible del futuro.

Sin embargo, a pesar de las altas expectativas que tienen las energías renovables a nivel mundial, estas no están creciendo al ritmo que exige nuestro planeta, la participación de la energía renovable en el consumo mundial de energía ha aumentado ligeramente desde 2010, manteniéndose alrededor de un 10%.

Lamentablemente los combustibles fósiles seguirán siendo la principal fuente de suministro para satisfacer el crecimiento de la demanda de energía en el futuro próximo, pronóstico que puede ser revertido si establecemos metas más ambiciosas y una ruta segura para el clima, suficiente para mantener el calentamiento global durante este siglo por debajo de 2º C y apuntalar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

De acuerdo a los escenarios energéticos estudiados por la International Renewable Energy Agency (IRENA) la energía renovable y la eficiencia energética juntas, ofrecen más del 90% de las medidas de mitigación necesarias para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con la energía.

América Latina y el Caribe tiene un gran potencial en energía renovable. Aunque históricamente ha aprovechado sus amplios recursos hidroeléctricos, la diversificación de fuentes energéticas hacia otras renovables, también ampliamente disponibles, está en camino.

La región cuenta con una matriz eléctrica bastante diversificada y limpia, presenta altos índices de participación de fuentes renovables en comparación con otras regiones del mundo, donde según la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE) en el año 2018 la hidroelectricidad representó el 47%, seguida de la generación con derivados del petróleo con algo menos del 40%, la nuclear un 2% y el resto , es decir el 11% con fuentes renovables no convencionales (biomasa, biogás, geotérmica, eólica y solar).

En este entorno, América Latina y el Caribe tienen grandes oportunidades para un rápido despliegue de la renovables; los grandes recursos naturales, la complementariedad entre la energía hidroeléctrica y las otras renovables, las interconexiones, las experiencias positivas en las subastas, la predisposición de inversión privada, el descenso de los costos de las renovables, la madurez en sus tecnologías, la consolidación de las políticas en esta materia en muchos países de la región, entre otras. Estas oportunidades pueden acelerar la velocidad de implementación de las mismas, con grandes beneficios en la seguridad energética, la sostenibilidad ambiental y la competitividad económica.

Así las renovables mientras contribuyen a la reducción de emisión de gases de efecto invernadero, favorecen a la disminución de la vulnerabilidad externa, a la confiabilidad del suministro eléctrico, a la estabilización de los precios de la electricidad, creación de industrias locales, generación de empleo, fomento a la actividad económica y emprendimiento con acceso a la electricidad en zonas aisladas, solo para citar algunos beneficios concretos.

Una de las claves para el despliegue de las renovables en la región, además de una adecuada planificación, es la movilización de recursos frescos al sector, las instituciones financieras privadas han mostrado un importante interés en inversiones con bajas emisiones de carbono, especialmente las del sector de las renovables.

Los sistemas de subastas de energías renovables no convencionales han probado ser una forma efectiva de asegurar las inversiones y obtener precios competitivos, los importantes resultados que se han obtenido en Brasil, Uruguay, Perú y otros países indican que los inversionistas tienen el interés y pueden ofrecer energía a precios realmente competitivos dentro de la región.

Aprovechando las fortalezas de las diferentes instancias de integración existentes en América Latina y el Caribe, la transición energética hacia la descarbonización debería ser declarada de interés regional y apostar decididamente por una mayor integración energética, con las energías renovables como protagonistas, debiendo, como prioridad, establecerse regulaciones supranacionales que introduzcan incentivos a los intercambios de electricidad provenientes de fuentes renovables. En la región ya existen varios ejemplos de interconexiones, sin embargo, aún se requiere que la armonización regulatoria sea perfeccionada para alcanzar mercados integrados, con despachos de energía unificados.

Esteban Albornoz Vintimilla