América Latina y el mundo entienden la necesidad de enfrentar las consecuencias del cambio climático, y en ese contexto, la distribución de energía eléctrica se ve impactada por el avance inevitable, y a la vez esperado, de la transición hacia matrices energéticas más limpias.
La transición energética es una gran oportunidad para los usuarios, la sociedad, las empresas distribuidoras de energía y para los países que contemplen y se adhieran a cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible del Pacto Global de las Naciones Unidas. El ODS 7, puntualmente, busca garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos.
En este contexto, y yendo al último punto que refiere a la modernidad, la tecnología es el habilitador natural para llevar adelante un cambio de paradigma que sin dudas abre nuevos desafíos para el sector de la distribución de energía eléctrica y nos presenta una gran oportunidad como país.
Este nuevo escenario requiere una red de distribución automatizada, digital y segura donde los distribuidores de energía eléctrica dejemos de ser solamente quienes ponen a disposición la capacidad de las redes para ser administradores de un sistema dual donde los consumidores también puedan tomar el rol de prosumidores, generando su propia energía y ofreciendo al mercado el excedente generado en su hogar.
Los medidores inteligentes, las nuevas tecnologías de almacenamiento, la adecuación de las redes para promover la electromovilidad o cualquier innovación digital representan inversiones de gran magnitud. También el reemplazo a gran escala de equipamiento ineficiente de refrigeración, calefacción y heladeras, son todas cuestiones que pueden impactar positivamente en las economías locales al generar nuevos puestos de trabajo de manera sostenible.
Europa está adelantada en términos de transición energética. De hecho, sus estudios de prefactibilidad aseguran que precisan una inversión de 400 billones de dólares para llevar adelante la transición energética. En Latinoamérica estamos encarando un estudio para dimensionar las inversiones necesarias en la región a través de Adelat, la Asociación de Distribuidoras de Energía Eléctrica Latinoamericanas.
Para que la transición energética sea progresiva y coordinada, se deben tener en cuenta las siguientes acciones. Llevar adelante un plan de inversiones que permitan fortalecer la red. A su vez, otorgarle resiliencia a la red para que pueda recuperar el servicio a mayor velocidad frente a cuestiones climáticas extremas que nos afectan a nivel global. Y también, darle flexibilidad a la red para convertirla en una red bidireccional y que administre los recursos energéticos distribuidos y múltiples decisiones descentralizadas, todo esto en tiempo real. Hasta hoy la demanda se encuentra en puntos fijos, en adelante con la electromovilidad el consumo estará en movimiento y nos tenemos que preparar para ello con el objetivo de darle el mejor servicio al usuario del futuro. En este sentido, los sistemas informáticos serán clave ya que podrán definir en tiempo real una correcta administración de los recursos y consumos de energía eléctrica.
Los hábitos de consumo cambiaron y así como los usuarios exigen en tiempo real el recorrido de un pedido por delivery, pueden esperar lo mismo del servicio eléctrico. Para darles respuesta, la modernización de la red de distribución de energía es clave. Tenemos por delante la incorporación de 15 millones de medidores inteligentes para Argentina, en un ciclo de recambio estimado de 10 años, una excelente oportunidad para la industria nacional.
Actualmente la lógica del sector eléctrico en Argentina, en base al Marco Regulatorio actual, la Ley 24.065, impulsa la minimización de los costos de distribución, cuestión que es incompatible con las inversiones necesarias para dar lugar a la transición energética. Las distribuidoras de energía de la región coincidimos en advertir que el modelo tradicional de minimización de costos debe ser reemplazado por un enfoque de maximización de beneficios para la sociedad, ¿Qué significa? Que los marcos regulatorios deben acompañar el contexto actual para impulsar la eficiencia económica del sector, acoplando la oferta y la demanda, pero pensando en los beneficios futuros para la sociedad.
La transformación de nuestro sector está en marcha. Todas las distribuidoras asociadas a Adeera estamos trabajando en este sentido. Creemos que además de un marco regulatorio acorde, será necesario tener una mirada de largo plazo con reglas que incentiven la transformación y la inversión, y a la vez, contemplen las necesidades presentes y futuras de las personas usuarias.
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