El destino es cada vez más claro: hay que desacoplar el crecimiento económico (puesto en contexto, la recuperación económica) de las emisiones de gases con efecto invernadero a la atmósfera, lo que en una palabra ha sido llamado carbononeutralidad.
Mientras el clima cambia, los mayores desafíos son la trayectoria y la urgencia de las medidas de adaptación y mitigación.
Si bien la llamada ambición climática ha presentado un comportamiento cíclico a lo largo del tiempo, pasando por etapas negacionistas y pujas geopolíticas, en la última COP26 de Glasgow se ha observado una mayor cohesión de intenciones, lo que ha generado muchas expectativas. Los anfitriones plantearon la convocatoria bajo 4 ejes: carbón, vehículos eléctricos, bosques y financiamiento. Los principales acuerdos para estos ejes se presentan en la Tabla 1.
Para el carbón, las conversaciones y acuerdos estuvieron dirigidos a reducir las emisiones de metano, el cual es señalado por primera vez con nombre propio como responsable del calentamiento global y a la generación de energía eléctrica libre de emisiones, ya que todo indica que el futuro es eléctrico.
La transición energética se presenta frente a diversas trayectorias que dependen de la intensidad de la demanda (donde la eficiencia juega un rol fundamental) y de la fuente de la que se genera la oferta.
Ocurren contemporáneamente sucesos que tironean la trayectoria, incluso a veces retroceden sobre la misma. Se cierran centrales termoeléctricas basadas en carbón y se están construyendo a su vez nuevas centrales termoeléctricas basadas en este recurso (desde el Acuerdo de Paris, quedó casi equiparada la cantidad de gigawatios en estas dos tendencias).
Las grandes centrales nucleares del mundo requieren tareas de mantenimiento y evaluaciones de seguridad, mientras se desarrollan tecnologías de microcentrales (o pequeños reactores modulares SMR) para generación distribuida que si bien parecen llegar medio tarde para los objetivos de Paris, son otra de las tantas opciones para desacoplar el crecimiento de las emisiones en el futuro.
Irrumpe el hidrógeno como vector energético, con muchas expectativas, con discusiones sobre los incentivos dentro de una vasta cromatografía, pero mayores desafíos tecnológicos, logísticos y de mercado para aterrizar en proyectos concretos.
Los nuevos proyectos de energías renovables (solar fotovoltaica, eólica) que parecen haber alcanzado aceptable madurez tecnológica, tienen en la actualidad fuerte dependencia de las condiciones del financiamiento para viabilizarse.
Todo esto en un contexto de encarecimiento de la logística a través de la cadena de valor de las tecnologías, que amenaza a integradores tecnológicos que se abastecen de recursos, materiales y partes desde diversos puntos del planeta.
Hay países que con muy poca contribución al cambio climático asumen compromisos que no asumen países con alta contribución actual y anunciada para los próximos años a las emisiones globales. Hay una fuerte demanda de energía que está produciendo crisis de abastecimiento (una novedad para algunos países de Europa), y un encarecimiento de la energía que deriva en fuertes incrementos de tarifas, estimuladas muchas veces por tensiones geopolíticas. Los precios en los picos de demanda ponen en evidencia la demanda global por electricidad estable.
Mientras que al interior de otros países, hay fuertes inequidades aún en el suministro adecuado y seguro de electricidad, lo que se puso de manifiesto con las inequidades en la inmunización contra la COVID-19, entre otros factores.
A todo esto, se suman las pendientes reformas tributarias para incentivar la eficiencia en la demanda, las tasas sobre gases de efecto invernadero, sobre corrientes de residuos y la adecuada alocación de subsidios en la trayectoria que establece cada país para cumplir los acuerdos internacionales, que deberían ser reflejo de la trayectoria de su plan económico y de desarrollo.
Porque la gestión del cambio climático no es un tema de Carteras de Ambiente, es más que nunca un tema de Ministerios de Economía. Alemania ya dio el primer paso instituyendo el Ministerio de Economía y Clima, cuyo lema es “Prosperidad y Protección del Clima”.
Respecto a la generación de energía eléctrica desde fuentes renovables, según la Agencia Internacional de Energía (IEA), a nivel global en 2021, casi 290 GW de nueva energía renovable ha sido generada, lo que implica un 3% más que en el año 2020.
La mitad de este crecimiento se atribuye a energía solar fotovoltaica. Pero según los pronósticos de la IEA, se necesita acelerar el crecimiento del aporte de renovables para alcanzar la carbononeutralidad en 2050. El año 2021 también trajo buenas noticias para las energías renovables en Argentina cuando el 12 de Setiembre a las 15:09 horas, se registró un pico de cobertura de la demanda instantánea de energía eléctrica con un 25,63% de energía renovable.
Los desafíos del crecimiento económico deben afrontarse articulados con los desafíos del clima. Esto es urgente. Mientras tanto, el clima no espera, los cambios que se producen están frente a nuestros ojos.
*Profesora Titular. Maestría en Gestión Ambiental. Escuela de negocios, Universidad Católica de Salta.